Hace unas semanas se publicaba una investigación de The Guardian según la cual más de 6.500 trabajadores han muerto en Qatar desde que el país del Golfo fue nombrado organizador del Mundial de Fútbol hace ahora diez años. Una media de 12 trabajadores muertos por semana.
Las muertes contabilizados por The Guardian corresponden a trabajadores migrantes de India, Nepal, Bangladesh y Sri Lanka. No se incluyen Filipinas y Kenya, países de los que también procede mucha de mano de obra. En realidad, la cifra total de fallecidos debe ser significativamente mayor.
Las cifras oficiales insisten en clasificar las muertes como ‘no relacionadas con el trabajo’ o en atribuirlas a ‘causas naturales. Sin embargo, Nick McGeehan, director de FairSquare Projects, una organización de defensa de los derechos laborales en el Golfo, explica que “una proporción muy significativa de los trabajadores inmigrantes que han muerto desde 2011 solo estaban en Qatar porque fue seleccionado para hospedar la Copa del Mundo”.
Esta es la cruz. Ahora, la cara.
Un contraste. Olympic Park de Londres 2012. Más de 436.00 personas durante 80 millones de horas trabajadas y ni un solo accidente mortal. Apenas un centenar de accidentes con baja y hasta 30 períodos de un millón de horas trabajadas sin un solo accidente de trabajo.
Y, aquí la reflexión.
No me creo que la tecnología utilizada en las obras de construcción en uno y otro caso sea lo que marca la diferencia. La clave, para mí, está en poner o no poner a las personas en el centro de la gestión del trabajo.
En Londres se planificó la seguridad desde el minuto uno, se formó a los trabajadores, se llevaban a cabo campañas informativas, se desarrollaban observaciones de seguridad con implicación de mandos y trabajadores, se investigaron una media de 70 incidentes por cada accidente registrado, se fomentaba el reconocimiento por el trabajo seguro…
En Qatar los migrantes son un negocio. Un sistema de patrocinio les impide hasta cambiar de empleador o abandonar el país sin permiso del patrón, que es quien controla directamente los permisos de residencia. Los trabajadores tienen pocos recursos frente a la explotación, no se les permite sindicarse y muchos expertos sostienen que el sistema facilita la esclavitud moderna.
En Londres se contaba con la gente. La gente era clave. En Qatar los migrantes se consideran moneda de cambio.
Dos formas de gestionar el trabajo con repercusión directa en la seguridad.
La cara: el compromiso con la seguridad es un fiel reflejo del compromiso con las personas.
La cruz: cuando las personas no cuentan, la seguridad salta por los aires.
2 comentarios en “Cara y cruz del Mundial de Fútbol”
Totalmente de acuerdo con el contenido: son muertes “invisibles” que casi no cuentan como personas…Por eso la propia OIT todavía hoy sigue hablando de “trabajo decente”.
En el caso de Catar, no se trata de la ausencia de una agencia reguladora (que en el caso del turismo funciona perfectamente con estándares internacionales) sino directamente de falta de interés político. Y de la clamorosa ausencia de reproche por parte del resto del mundo…
Gracias por tu comentario Juantxo, la cultura preventiva no es cuestión de recursos, que en Catar los hay, sino cuestión de valores.