La frase que acabas de leer no la hemos inventado nosotros, aparece en un gran clásico del cine conocido por todos: Mary Poppins. Aunque estemos en época navideña no vamos a hacer un artículo sobre canciones, sino sobre una profesión imprescindible para el buen hacer de Papá Nöel y que también aparece reflejada en la icónica película mencionada: los deshollinadores.
De todos es sabido que para que los regalos lleguen a nuestras casas limpios y bien envueltos, así como que el traje de San Nicolás / Papá Nöel conserve sus colores rojo y blanco, es necesario tener las chimeneas de las casas perfectamente limpias, sin nada de hollín. Para ello siempre fue necesaria una figura a la que Hollywood dio un toque simpático y romántico que nada tiene que ver con la realidad de su época: los deshollinadores.
El personaje de Bert, maravillosamente interpretado por el grandísimo Dick Van Dyke, representa al deshollinador como un hombre alegre, libre y resiliente. Viéndole cantar y bailar sobre los tejados londinenses, ¿quién no querría ser deshollinador? Te damos una pista: ninguno/a queríamos serlo si nos ceñimos a la realidad y olvidamos el marco cinematográfico.
En primer lugar: piensa que para desempeñar esta profesión era necesaria una gran agilidad, capacidad de escalada, moverse en huecos pequeños y estrechos, tener las manos pequeñas para llegar a los recovecos… Así, pues, ¿quién mejor que los niños para desempeñar esta profesión?
Existe una gran cantidad de testimonios de niños vendidos por sus familias a maestros deshollinadores, que no los trataban ni alimentaban precisamente bien; especialmente esto último pues, cuanto más delgados estuvieran, mejor podían acceder a las chimeneas. No encontramos hasta 1840 la primera legislación en Inglaterra que prohibió el desempeño de estas tareas a los menores, si bien la introducción de esta norma no fue rápida, precisamente.
Los riesgos de caídas de altura de la profesión son claros pero, además, las bronquitis y neumoconiosis por inhalación de hollín eran terriblemente habituales. Otro problema añadido por la exposición al hollín fue el cáncer de escroto; fue el primer cáncer relacionado directamente con una profesión. A todos estos riesgos claros habría que añadirles la exclusión social: se consideraba el trabajo de deshollinador como un “trabajo sucio” y quienes lo desempeñaban ocupaban el escalafón más bajo en la estratificación social.
Así pues, ¿seguimos queriendo cantar aquello de Chim-chim-cher-ee por los tejados londinenses en el S. XIX? Afortunadamente la evolución de la seguridad en estos dos siglos ha sido drástica y no tenemos que plantearnos esta pregunta.
Lo que sí debemos aprender es a buscar un poco más allá de nuestras primeras impresiones sobre una profesión, dejando de lado el lado romántico, analizando con propiedad y perspectiva porque, como decía el título de esta entrada, “con un poco de azúcar la píldora pasa mejor”, es decir, le quita el amargor a la realidad y podemos romantizar hechos del pasado sin analizarlos claramente.
Es importante que seamos capaces de ver el lado positivo sin olvidarnos de las personas que nos precedieron y los grandes logros que consiguieron, más si cabe entre los profesionales de la seguridad y la salud.