El “trato justo” es un tema recurrente en nuestros diagnósticos NOSACQ-50 de clima preventivo y representa, además, una de las percepciones diferenciales más acusadas entre directivos y trabajadores. Los primeros no suelen ver mucho problema, incluso niegan que lo haya, mientras que los trabajadores piensan más bien que “la dirección busca culpables y no causas” cuando ocurre un accidente. Surge así la cultura de la culpa como un elemento determinante que interfiere negativamente en el proceso de notificación-investigación-aprendizaje, tan esencial en la mejora.
La tendencia a culpabilizar empuja a las personas a ocultar información sobre los propios errores para no ser señaladas o sancionadas. Consecuentemente, tanto la notificación como la propia investigación de incidentes/accidentes quedan sesgadas informativamente y, por tanto, muy mermadas en su verdadera función de aprendizaje y mejora continua. Como señala Dekker, el círculo name-blame-shame (nombrar-culpar-avergonzar) intimida a la gente y desalienta la notificación voluntaria.
En la cultura de la culpa, la rendición de cuentas se centra en la responsabilidad individual y en el castigo de los comportamientos inadecuados. Sin embargo, los errores rara vez son causados por una sola persona y, en cambio, la mayoría de las veces se pueden detectar debilidades estructurales que responsabilizan a todo el sistema.
La pregunta a hacerse, por tanto, es qué, no quién. No enfocarse al castigo, sino centrarse en la mejora del sistema, involucrando en ello a los trabajadores en cuanto sujetos activos y no como ‘sospechosos’.
Por supuesto, no se trata de no rendir cuentas, pero las violaciones intencionales son tan raras que concentrar los esfuerzos en ellas resulta del todo inútil.
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