Habitualmente se traduce Kaizen como la “bondad del cambio”. Todos hemos escuchado frases como “hay que salir de la zona de confort” o “es necesario afrontar nuevos retos” que, por defecto son adecuadas, pero de las que te acuerdas, para mal, cuando has salido de esa zona y te encuentras en una situación nueva, con miedos, incertidumbres… Esa ha sido mi situación las últimas semanas. He pasado de una dirección técnica en un SPA a asumir la Dirección de Proyectos en una consultora de Cultura Preventiva.
Comiendo hace unos días con un antiguo compañero, al contarle un poco por encima lo que es la Cultura Preventiva, y lo que hacemos en i+3, me decía: “es que me estás hablando de ciencia ficción preventiva, yo tengo bastante con conseguir que les den mascarillas a los trabajadores cuando hay productos cancerígenos en el ambiente”.
Quizá lo que se ve habitualmente en un Servicio de Prevención Ajeno sería lo más parecido al paradigma del tercer escalón de la Cultura Preventiva (calculador), cuando no el segundo, reactivo, en el que sólo se hace prevención una vez hemos tenido un problema. Habitualmente los clientes quieren hacer lo justito para que no les sancionen desde la Inspección de Trabajo o puedan entrar en obra con todos los “papeles en regla” pero que no dejan de ser eso: papeles.
Un técnico de un SPA habitualmente se extraña cuando una empresa cliente le llama para decirle que ha visto algo incorrecto o que no entiende en una Evaluación de Riesgos. El comentario habitual es: “se ha leído la evaluación” acompañado de una mirada de incredulidad.
Cuando el trabajo diario de una entidad se convierte en resolver problemas de CAE, hacer formaciones de artículo 19 “porque lo exige la ley” o evaluaciones y planificaciones “porque toca por fechas o lo pide la Inspección de Trabajo”, esto genera, en mi opinión, que en los propios Servicios de Prevención Ajenos, sean incapaces de ascender de ese escalón calculador, cuando en realidad las entidades dedicadas a la Prevención de Riesgos deberían siempre ser punteras en la materia, no ya sólo proactivas, sino generativas directamente, liderando, mejorando, aportando valor al cliente, en lugar del teléfono al que llamar cuando falta un documento.
Quizá mi principal problema a la hora de asumir mis nuevas funciones es concienciarme de que ahora, las personas con las que hablo (sean empresas, compañeros, etc.), están sintonizados en la misma emisora que yo, y escuchan buscando maneras nuevas, diferentes a veces pero, sobre todo, efectivas para conseguir que una adecuada Cultura Preventiva impregne toda una organización.
Pasamos de, incluso, disfrazar nuestras intenciones para conseguir avances en temas que creemos, y son, importantes, a poder hablar abiertamente de ello y no avergonzarnos de lo que hacemos. Pasar de la mentalidad de ser esos “que nos hacéis los reconocimientos” o “el que viene todos los años a medir la luz” (prometo que yo iba a medir la iluminación), a ser un interlocutor válido, un colaborador necesario y alguien con mucho que aportar es extraño, pero no por ello negativo, justo lo contrario. Sólo me falta hacerme a la idea de que ahora, para mis interlocutores, mis opiniones son importantes, pues aportan valor añadido, no sólo evitan sanciones… Seguiremos informando.