¿Te has planteado alguna vez cómo te sentiste al terminar de montar sin ayuda ese mueble que compraste? ¿O esa receta sin llamar a mamá/papá? ¿Recuerdas esa mirada orgullosa con la que estás diciendo “Lo he hecho yo”?
De alguna manera te estás empoderado frente a esa cadena sueca que vende los muebles o frente a unas lentejas con chorizo. Has demostrado que posees los conocimientos, habilidad y autoridad necesarios para desarrollar esa tarea.
En el día a día de las empresas ocurre algo parecido. Una persona empoderada tendrá esa mirada y esa sensación de “lo he hecho yo”, estará orgullosa, se sentirá útil y será capaz de afrontar los desafíos del día a día. Si alguna vez has llevado la responsabilidad en algún proyecto, habrás comprobado la cantidad de tiempo que se puede perder cuando alguien considera necesario consultarte cada diez minutos dónde debe colocarse una coma.
Normalmente podemos pensar que esa persona “no vale” o “no tiene iniciativa” pero, estaría bien que nos preguntáramos algo: ¿la organización le ha dado esa capacidad? Es posible que si reflexionamos al respecto la respuesta sea que no.
Es habitual que, por ejemplo, frente a un riesgo grave, la dirección tenga claro que su personal nunca debe asumirlo, pero ¿se lo hemos dicho? Hace poco trabajamos con una gran empresa muy preocupada por este tema y la necesidad de explicitar ese “poder” a su personal, el de no asumir en ningún caso un riesgo de accidente grave.
Al tratarse de un sector fundamental para la movilidad de muchas personas, los trabajadores, en ocasiones, asumían riesgos en contra del sentido común para tratar de ayudar a la gente y no generar problemas. Sin duda es encomiable ese espíritu de servicio por parte del personal y de querer hacer bien su trabajo, pero ¿es necesario finalizar el trabajo a cualquier precio?
La dirección de esta empresa quiso ir un paso más allá y no dejar al albur del sentido común de su personal hasta dónde podían llegar para dar un buen servicio. Se hizo un procedimiento sencillo en el que, mediante un semáforo, se catalogaron las situaciones a las que podía enfrentarse el personal y los momentos en los que es necesario parar o pedir ayuda; así como los necesarios mecanismos de apoyo por parte de la dirección y mandos intermedios para respaldar siempre este tipo de decisiones.
En las más de 150 sesiones de formación derivadas de este procedimiento estuvieron siempre no sólo los trabajadores de “a pie” sino también mandos, quienes tomaron parte activa de las mismas y, dando más fuerza al mensaje, un video del CEO apoyando las paradas por motivos de seguridad (teniendo en cuenta el número de sesiones de formación, obviamente la dirección general no podía estar presente en todas, por lo que se optó por la opción del video).
¿Cuáles fueron los resultados de este procedimiento y las formaciones derivadas para explicarlo? Un personal más comprometido con la prevención de riesgos y unos mandos convertidos en Líderes de Seguridad y Salud, lo que nos lleva irremediablemente a conseguir una empresa más segura y unas personas más empoderadas, capacitadas y comprometidas en la realización de su servicio habitual, pero de una manera siempre segura, sin asumir los tristemente conocidos como “gajes del oficio”.
La respuesta entre el personal de base fue muy positiva, por supuesto, pues siempre es de agradecer el empoderamiento y dejarles clara esa capacidad de decidir y, para los mandos, ha supuesto también una forma clara de mejorar su liderazgo en Seguridad y Salud, haciendo visible su compromiso claro para hacer frente a los posibles accidentes.