Infartos y derrames cerebrales representan el 46% de la mortalidad registrada como accidente de trabajo en España.
Un dato incuestionable, pero ¿cuál es su valor epidemiológico?Tratar de responder a esta cuestión requiere, en primer lugar, acotar el dato para saber lo que estamos midiendo con este indicador. Y lo que estamos midiendo exactamente son casos en los que una persona sufre un infarto o un derrame cerebral durante su jornada de trabajo a consecuencia del cual fallece.
Que esta situación se catalogue como accidente de trabajo no guarda relación con ninguna hipótesis de exposición a riesgo laboral, sino que deriva simplemente de la aplicación de un criterio de gestión de contingencias de Seguridad Social, según el cual toda lesión sufrida durante el tiempo y en el lugar de trabajo se considera en principio accidente de trabajo. Es lo que se ha venido en llamar ‘accidentes no-traumáticos’.
Un criterio, pues, administrativo y no epidemiológico, que supone indudablemente implicaciones beneficiosas para la persona afectada o sus familiares en forma de prestaciones, pero que nada nos dice del posible origen laboral de la enfermedad ya que el reconocimiento como ‘accidente de trabajo’ no requiere de ninguna evidencia respecto a factores causales.
Teniendo en cuenta lo dicho hasta aquí, concluir, a partir del dato con el que hemos iniciado esta reflexión, que ‘los infartos y derrames cerebrales son la primera causa de mortalidad laboral en España’ es cuanto menos arriesgado por falta de fundamento. Es decir, el indicador de mortalidad por accidentes no-traumáticos no nos informa en absoluto de un problema de salud laboral.
Insistiré inmediatamente, para evitar susceptibilidades, que lo que estoy cuestionando es el valor de la fuente, no el problema. Por supuesto que en el trabajo existen, y cada vez más, factores de riesgo cardiovascular. Por supuesto que el estrés es uno de los principales riesgos laborales en nuestra sociedad. Por supuesto que los factores psicosociales, y las enfermedades que generan, son la asignatura pendiente de nuestro sistema de prevención de riesgos laborales. Pero, por favor, no caigamos en la trampa de querer dar fuerza a nuestros argumentos -y mucho menos a nuestras estrategias- a partir de datos falaces.